Uno de mis pasatiempos favoritos, que descubrí a raíz de este proceso, son los mandalas. Cuando estaba en recuperación de mi primer cirugía, mientras que hacía mis caminatas en los pasillos del hospital, una amiga muy querida fue a visitarme y me platicó que estaba coloreando mandalas y me contó un poco sobre el proceso. Luego me regaló un encuadernado con mandalas para iluminar y una dedicatoria muy linda. Así empecé a colorearlos y descubrí que es algo que no solo disfruto mucho, sino que me relaja y me ayuda mucho a enfocarme, concentrarme y es algo que definitivamente me coloca en un lugar de paz mental, que de alguna manera me trae luz y mucha, pero mucha felicidad. Aprendí que uno escoge los colores que quieres utilizar, las combinaciones a usar, y que lo mejor es trabajarlos de adentro hacia afuera, ya que esto de alguna manera refleja el trabajo interior que hace uno, y también que lo ideal es no iniciar otro hasta que acabes el que estás trabajando. No importa qué tan colorido sea, o qué tan simple o complejo pueda ser, en realidad lo que salga de tu inspiración en ese momento, es perfecto!
Después de un par de años de colorear mandalas, otra amiga muy querida me animó a crear mis propios mandalas y aunque dudé que me salieran, decidí intentarlo, así que me conseguí una libreta en blanco con ese propósito y he logrado hacer cosas muy lindas. ¡Definitivamente es algo que me encanta! Así que cuando creo que tendré tiempo/inspiración para hacerlos, cargo con mi libreta y un estuche con plumones.
He descubierto que cuando estoy en reuniones de trabajo, cursos o cuando mi mente empieza a distraerse, el dibujar mandalas siempre me ayuda a enfocarme y a seguir poniendo atención.
Hace varios años estando de vacaciones, se me ocurrió hacer mandalas en la arena y puedo decirles que para mí es la experiencia más maravillosa y gratificante que puede haber. En fin, el chiste es dejar que la imaginación vuele!
Les comparto fotos de algunos de los mandalas que he creado, espero les gusten!